Capítulo 1


No hacía frío ni calor, no era un día húmedo, ni seco… Ni siquiera sé si aquello que me rodeaba podía ser considerado como algo natural.
Todo lo que veía eran mis manos raspadas, mis pies amoratados, mi túnica hecha trizas y una gran ola de humo impenetrable rodeándome, como si quisiera engullirme.
Mi pelo, que se había destrenzado, caí lacio y enmarañado sobre mi espalda hasta llegarme a la cintura, por primera vez lo sentí como algo realmente molesto.
A penas me sostenía en pie y era difícil aguantar las ganas de vomitar. La frustración que se apoderó de mí no se podía explicar con facilidad. Era como alguien encerrado en un cuarto de a penas dos metros cuadrados, oscuro y sin siquiera una puerta por la que poder escapar. Así me sentía yo en medio de aquel caos sin sentido. Lo lógico habría sido pensar en mi familia, en qué había pasado con todos los demás y en la forma de encontrarlos. Pero solo había una pregunta en mi cabeza:
‘’ ¿Cómo diablos he podido sobrevivir?’’
Di un paso, y la angustia se multiplicó por cien. Volví a juntar los pies, quise inspirar una gran bocanada de aire y relajar mis músculos engarrotados. Pero no fui capaz de hacer ninguna de las dos cosas. Después tomé la peor decisión que podría haber tomado en aquel momento, acostarme sobre el suelo. Lo hice pensando en un poco de descanso pero lo que recibí fue una penetrante descarga eléctrica y perdí el sentido.
Mientras permanecía dormida, mi subconsciente me hizo revivir los últimos momentos antes del desastre. Me encontré caminando en una de esas nubes que salen en las películas rodeando las escenas de flashbacks. Estaba junto a mi madre y ella estaba teniendo un berrinche por no haber conseguido el último saco de arroz del supermercado, a pesar de que ya teníamos cinco en el sótano de casa. Lo que tendría que haber sido suficiente para poder sobrevivir los seis meses de vida subterránea a la que nos íbamos a enfrentar. Persyk, mi perro ruso, no paraba de dar vueltas alrededor de nosotras. Quizás debí haber hecho más caso a las inquietudes del pobre animal, pero mi cabeza estaba en otro lugar, muy lejos, allá dónde se estaba llevando a cabo todo el Programa de Salvación. Deseaba con todas mis fuerzas estar ahí, formar parte de ese grupo de gente que nos había devuelto la esperanza.  
El recuerdo desapareció y yo volví a recuperar mis sentidos. Abrí los ojos con cuidado y me incorporé intentando no ser brusca. Cuando el mareo mermó y la negrura se disolvió, pude ver que el humo había desaparecido para dar paso a la imagen más impactante que mis ojos verían jamás.
Tenía ante mí la nada más absoluta. Porque esa era la única forma de llamar aquel paisaje, no había palabra existente que describiera mejor lo que tenía delante. ¿Era polvo lo que pisaban mis pies, era ceniza, tierra desmenuzada o tal vez una mezcla de las tres? Mis pies sentían que era algo sólido pero, a mi parecer, por momentos se volvía líquido y por momentos gaseoso. No había ni un solo edificio en todo lo que alcanzaba a ver con mis ojos y era, extrañamente, una distancia casi infinita. Elevaciones de materia indefinida y trozos de roca incandescente se distribuían de forma asimétrica sobre la planicie. Un agujero en el suelo, no muy lejos de dónde me encontraba, expulsaba constantemente un gas negro y nauseabundo que al topar con algo en el aire caía yendo a parar de nuevo al agujero.
Pánico y terror eran mis sentimientos predominantes. El mundo tal y como lo conocía había desaparecido y yo había acabado, como consecuencia de alguna broma macabra o un milagro— dependiendo desde el punto de vista en que se mirara—, en un lugar inhóspito y totalmente inapropiado para la supervivencia humana.
Le di vueltas y vueltas al asunto y al final pude llegar a la conclusión más fácil y coherente. Todo, absolutamente todo lo que me envolvía y me ocurría en aquel instante se reducía a una sola causa.
Yo, Eva, había sobrevivido al Fin del Mundo.
A lo largo de la historia, ha habido numerosas predicciones en las que se suponía que acabaría el mundo. Ninguna certera, por supuesto. Ni las fechas ni las causas eran las acertadas. Pero, hacía dos décadas, un físico australiano había descubierto un extraño movimiento sísmico que se estaba produciendo en el interior de la tierra. Numerosas investigaciones fracasaron en su intento de darle una explicación a ese suceso hasta quince años después, cuando Mason Brügen, un alemán aficionado a la geología y a la física, anunció y probó que ese movimiento sísmico iba a producir el Fin del Mundo.
Para sorpresa de toda la humanidad, no se intentó ocultar ese hecho, fuimos avisados por el gobierno de numerosas maneras al siguiente día del descubrimiento. Pero antes de que al pánico y al miedo le diera tiempo de expandirse, nos presentaron a un grupo de quince personas, en su mayoría científicos, que serían los encargados de llevar a cabo el Programa de Salvación. Sabían convencer tan bien que la gente ni siquiera se preocupó por averiguar más de todo aquello, confiaban en que llegado el momento tendrían su plaza en el salvavidas.
Nos dijeron la fecha exacta, nos dieron unas pautas que deberíamos cumplir para poder ingresar en el Programa. Era totalmente gratuito, pero debíamos cumplir con unas características físicas y mentales que permitieran una convivencia segura con los demás.
Lo que se suponía que iba a ocurrir, era que el núcleo terrestre iba a llegar a un punto de temperatura tres veces mayor que el que tenía, esto haría que las ondas electromagnéticas pudieran propagarse a través de todos los materiales que forman la estructura terrestre hasta llegar a la escorza. Esto produciría el efecto ‘’Sartén’’, cómo lo llamábamos coloquialmente, y todos moriríamos o de desecación o de achicharramiento.
Los del Programa de Salvación, en dos años, consiguieron elaborar cámaras subterráneas del tamaño de una ciudad como Nueva York en tres continentes diferentes. Esas cámaras iban a estar aisladas mediante potentes generadores eléctricos que crearían capas de hielo alrededor de los cubículos, convirtiéndolos en algo parecido a una nevera que pudiera conservar a la humanidad entera. Ahí pasaríamos seis meses correspondientes a la primera fase: Conservación. Después la temperatura volvería a la normalidad y podríamos salir a la superficie empezando con la segunda fase: Restauración. Era lógico que no nos encontráramos con todo tal y como estaba, así que para recuperar la vida de la tierra, los científicos ya tenían numerosos planes para que los pusiéramos en marcha durante la segunda fase.
Pero nunca llegamos a empezar el proyecto, nunca fuimos trasladados a las cámaras. Porque, tal vez por la inexactitud de los científicos o por un error en los cálculos, la fecha del desastre se adelantó cuatro semanas. La gente estaba haciendo su vida normal, paseando por la calle, en el trabajo, durmiendo en casa… Nadie se esperaba que de repente todo empezara a arder y a resquebrajarse.
Yo volvía a casa con mi madre y de repente una fuerte explosión se produjo justo a dos metros de nosotras, un enorme agujero se abrió en el suelo y un terremoto nos sacudió con potencia, lanzándome contra un banco. Lo último que vi antes de desmayarme fue un hilo de fuego recorriendo toda la avenida.
Cómo había podido sobrevivir todavía me era un misterio, qué debió haber pasado ni siquiera podía imaginármelo y cómo mi mundo se había convertido en la nada era lo que más me preocupaba.
 

jueves, 23 de diciembre de 2010 en 15:36

3 Comments to "Capítulo 1"

Fantástico! Quiero leer más! (buen detalle lo de Persyk, el perro ruso).

Posted by Anónimo ( 11 de octubre de 2012, 14:00 )
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Posted by Anónimo ( 11 de octubre de 2012, 14:00 )

Quizá te inetrese leer mi libro "NUEVO GENESIS" http://sapiensnuevogenesis.blogspot.com/ me cuentas que te pareció... el tuyo lo estoy leyendo...

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