Capítulo 2 (segunda parte)

Llevábamos media hora en silencio, él estaba concentrado en controlar la destartalada máquina y yo estaba ocupada sorprendiéndome de que el paisaje no cambiara ni un ápice, a pesar de que nos estábamos moviendo constantemente. Él fue el primero en romper el silencio, estiró con fuerza la palanca de cambios y aseguró mejor el volante en su mano izquierda antes de voltear su rostro hacia mi pierna y hacer una mueca de desagrado.
—Eso no se ve muy bien, la quemadura ha empezado a infectarse. Buscaré algo en el hospital cuando lleguemos.
— ¿Hay un hospital en la otra zona?
—Bueno, lo que queda de él. Pero es mejor que nada y además podemos pasar la noche ahí para que no tengas que moverte mucho. Yo suelo pasar ahí la mayor parte del tiempo.
—Gracias— observé el daño de mi pierna y me asusté por la posibilidad de perderla. Luego sacudí al cabeza y me distraje observando al joven mientras conducía.
No me había dado cuenta hasta aquel momento, pero era atractivo. Su cara estaba un poco chamuscada y su pelo lleno de polvo, pero sus ojos de color azul atraían toda mi atención. Tenía una estructura corporal muy rígida y grande, con músculos marcados, pero no de la forma en que se consigue con unas pesas. Cuando se aproximaba algún obstáculo o el coche perdía el control, su mandíbula se tensaba de forma brusca y sus facciones se volvían más anguladas, dándole un perfil lobuno muy sexy. Si algún día habría tenido que definir de forma universal el término masculinidad, le habría sacado una foto. En un descuido, su mirada me atrapó en mi tarea de analista y yo agaché la cabeza, clavando los ojos en mi regazo. Él emitió una débil risita y luego carraspeó para que le saliera la voz.
—Todavía no nos hemos presentado— tenía razón. Aunque en aquel momento ese detalle parecía tener muy poca relevancia—. ¿Porque tendrás un nombre, verdad?— reí un poco cohibida. Yo tenía un nombre, era un hecho que casi había olvidado.
—Eva— él alzó las cejas y luego estalló en carcajadas. Yo lo miré como si estuviera loco. ¿Qué le podía parecer gracioso en las tres únicas letras que formaban mi nombre?
—Esto debe ser una broma…
— ¿A qué te refieres?
—Adivina cómo me llamo yo—me encogí de hombros, sin si quiera imaginarme las razones de su comportamiento.
Él negó un par de veces con la cabeza, como si no acabara de creerse alguna cosa, luego se frotó la frente y volvió a tomar contacto con mis ojos.
—Eva, yo soy Adam— me miró, sonrió de forma irónica y luego, señalando a su alrededor con la mano, añadió: — ¡Bienvenida al paraíso!
Entonces comprendí dónde yacía la gracia del asunto. Sólo que a mí no me dieron ganas de reírme. Había estudiado el Génesis en las clases de Mitología, la historia del primer hombre y la primera mujer, todo aquello de un Dios creador del universo y otras cosas de las que no me acordaba muy bien. Jamás me había tomado enserio ninguna de aquellas fábulas, eran pura mitología, nada más. Pero, ¿realmente sólo era una coincidencia el que nosotros, posiblemente los únicos supervivientes del fin del mundo, nos llamáramos justo igual que los protagonistas de ese mito tan famoso?
—Crees que…— lo miré asustada.
—No, sólo es una coincidencia muy interesante. Además mi nombre ni siquiera coincide del todo con el de Adán. Puedes estar tranquila, no creo que seamos dos experimentos de algún Dios maligno, ni nada por el estilo.
Me avergoncé al instante por lo estúpidas que debían haberle parecido mis elucubraciones. Para evadir sus ojos, me distraje frotando una mancha negra sobre mi rodilla, hasta que me di cuenta de que la mancha era una especie de sanguijuela que se movió y yo proferí un grito de sorpresa que a su vez asustó a Adam y este no pudo sostener el volante recto, provocando que el coche casi volcase. Finalmente pudo recuperar el control y ambos suspiramos con alivio.
— ¿Qué era esa cosa?— le pregunté, mirando la marca amoratada que había dejado el espécimen sobre mi pierna.
—No lo sé, están apareciendo muchísimas especies nuevas.
— ¿Alienígenas?— él volvió a reírse de mi ocurrencia, a este paso iba a quedar como una auténtica idiota. 
—No, sólo que todos los ejemplares de vida que existían hasta el momento y han logrado sobrevivir, están sufriendo rápidas evoluciones para adaptarse al nuevo medio. Así que no tengo ni idea de qué era ese bicho.
Aparté mi imaginación de seguir un camino que me llevaría a pensar en criaturas de tres metros de altura y dos mil patas peludas corriendo por el mundo y me concentré en intentar encontrar algo que destacara en el desierto que se había formado. Giré mi cabeza para mirar hacia atrás y me percaté de que estábamos literalmente huyendo de la noche. A nuestras espaldas el cielo cada vez estaba más oscuro y, al ver cómo de repente todo lo que antes parecía arder se estaba congelando instantáneamente, comprendí por qué Adam estaba tan empeñado en que no nos alanzara la oscuridad.
¿Qué estaba ocurriendo? Tenía miles de preguntas que parecían no tener ninguna solución. ¿Dónde se habían metido las montañas, los ríos, los mares…? Según lo que llegaba a deducir habíamos recorrido un par de miles de kilómetros, y llevabamos alrededor de cinco horas de viaje, aunque no podía estar segura sin un reloj para confirmármelo. En el mundo que yo conocía eso habría sido inimaginable. Un fenómeno tras otro me sorprendía sin compasión, mi cabeza ya no podía soportar tanta presión acumulada. Podría haberle pedido a Adam que compartiera toda la información que tenía conmigo, pero sinceramente no estaba preparada ni física ni psicológicamente para ello. Él parecía comprenderlo y tampoco se molestó en curiosear o en incomodarme con explicaciones que probablemente no entendería. Tiempo al tiempo, me dije. Primero necesitaba ponerme a salvo y descansar.
Aproximadamente cuatro horas después nos adentramos en un territorio totalmente diferente. A nuestros lados y al frente empezaron a haber desniveles y picos rocosos, algo parecido a los arrecifes de una costa. El suelo había cambiado a un color más oscuro adornado con algunos huecos arenosos de color canela, ya no había constantes fugas de gas saliendo del interior de la tierra y todo empezaba a verse un poco más familiar. Minutos después divisé el perfil de una gran ciudad en ruinas.

lunes, 17 de enero de 2011 en 13:03

1 Comment to "Capítulo 2 (segunda parte)"

me encantaa, m tienes enganchadaaa, para cuando la proxima? XD

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